En
Guatemala las pasiones políticas adquiridas por formación, educación,
profesionalización, o transmitidas por herencia generacional verbal por odios
existentes – comprensibles – derivados de tragedias donde seres queridos han
perdido la vida o donde intereses económicos familiares fueron afectados,
llevan a la vigente confrontación ideológica entre derechas e izquierdas.
Esta
confrontación ideológica dificulta lograr consensos a nivel político,
necesarios y coherentes con el cambio de época. La confrontación por “pasión”
política hace difícil unificar un esfuerzo de actualidad que se origine en la
razón. La intolerancia entre bandos impide alcanzar el principio humano
fundamental de “igualdad”[1]
cuya ausencia dificulta la armonía social necesaria para reformas hacia el bien
común que promuevan trabajo y acceso a sus fuentes, desarrollo, prosperidad y
ahorro.
¿Qué
actitud ciudadana individual respecto del orden político llevará a elegir mediante
sufragio soluciones con base a la razón en vez de la pasión? Razón, ideología y
voto ciudadano proveen instrumentos para construir un mejor país, pero es necesario
considerar las nuevas ideas mediante análisis razonable y guiado por la
constitución política de la república.
El Dr. Pedro
Trujillo afirma que el ambiente político en Guatemala está marcado por una “discusión
ideológica, pasional y hepática; no busca la justicia racional. Cada cual busca
su propia justicia porque los grupos y sectores siguen polarizados… existe miedo
a cambiar sus propias convicciones” [2].
Suscribo
esta afirmación. Hay una actitud dispuesta a no escuchar algo que no sea lo
aprendido desde la academia o la formación profesional; se crea una actitud de
desconfianza y rechazo al que piensa diferente. No se da el beneficio de la
duda a ideas no tradicionales.
Es esta
polarización la que provoca que los grupos políticos que resultan electos cada
período de gobierno sean radicales en sus políticas para procurar el desarrollo
porque aprovechan a incluir medidas que procuren hacer daño a determinado grupo
como respuesta a otro daño recibido de él en un período de gobierno anterior.
Esta alternancia de políticas de revancha se observa desde el proceso
democratizador de 1985. Cada grupo busca ocupar – o cooptar -- los espacios
desde donde pueda atacar o defenderse. Si es necesario lo harán a base de
corrupción. Una cultura social de corrupción[3].
Los
resentimientos por las estrategias empleadas por cada bando político para
alcanzar sus objetivos tienen según el Dr. Factor Méndez un “alto costo social”
[4],
producen la polarización actual y por tanto dificultan el desarrollo. Es como
si el enfrentamiento armado interno finalizado en 1996 estuviera vigente en la
esfera política del país.
Respetar,
cumplir y defender la actual Constitución Política de la República de Guatemala
es la solución a la polarización pues está basada en los principios de la
razón: Derechos naturales, universales y fundamentales de las personas. Sólo es
cuestión de darle preeminencia por encima de cualquier ideología, sector o
persona. A criterio de expertos la constitución de Guatemala es comparable con
otras de las mejores constituciones que existen.
Cuando se
habla del uso de la razón, cuando se habla de algo razonable, se está hablando
de la aptitud para interpretar razonablemente las acciones humanas desde antes
que ocurran hasta sus resultados. Tal afirmación está basada en el conocimiento
filosófico denominado “iusnaturalismo racional práctico” que desarrolló
Inmanuel Kant durante el siglo XVIII d. J.C. y cuyo origen provenía desde
Aristóteles.
Alejandro Gutiérrez
explica a Kant: “las ideas como justicia, equidad, igualdad, libertad, paz o
dignidad, no pueden ser positivas porque no son materia sensible; no tienen
color, tamaño, densidad, masa. Son puras ideas y sólo pueden proponerse
mentalmente como si existieran por medio de una fe racional o trascendental
pero se comprueba su existencia con la práctica de esa idea en la conducta
humana”[5].
De esta
forma se comprueba la existencia de la justicia: cuando se actúa con justicia. Explica
el Dr. Gutiérrez que cuando la idea de justicia se depura de cualquier impulso
externo al pensamiento humano (subjetividades sentimentales, pasionales o
sociales) se convierte en un valor universal pues todo ser es capaz de hacer
uso de su razón para interpretar una idea en la mente para aplicarla en una
acción humana físicamente perceptible o comprobable.
Por ello
los derechos humanos son universales. Es mediante la acción de poner en práctica
las ideas basadas en la razón universal que se puede afirmar que una decisión
está basada en el pensamiento originado en la razón pura. Lo mismo para la
correcta interpretación de las normas jurídicas. Kant denominó “imperativo
categórico” a este razonamiento humano de reconocer la existencia de ideas
universales.
“Los
imperativos categóricos son reglas morales de carácter universal que se
autoimpone el ser humano para regir su conducta (ethos)”[6].
De esta forma los seres humanos eligen trascender del estado natural a un
estado racional y hacen un pacto entre si para respetar mutuamente sus derechos
concebidos bajo la ley universal de la razón. Este pacto se escribe en un
documento denominado “constitución” y se crea un instrumento ficticio llamado
“Estado” que garantizará los derechos universales que existían desde antes de
su creación pero que ahora están plasmados en la constitución.
¿Cómo puede
superponerse la razón a la pasión que produce la ideologización de la ideología?
La
ideología es la manera en que las personas entienden y creen el fenómeno humano
y el fenómeno social. Lo entienden y creen con base a valores
filosófico-políticos[7].
Las ideologías – materialistas o idealistas – construyen para el ideólogo y sus
seguidores una manera de ver el mundo y entender, desde la filosofía, ideas
como la libertad, autoridad, justicia y a partir de allí la manera de organizar
al Estado.
La
ideología interpreta conceptos como democracia, el grado de participación de
los ciudadanos en los fines del Estado y las concepciones alrededor de temas de
convivencia humana como la propiedad, la igualdad de oportunidades, la vida y
la dignidad humana.
La
ideología dicta a la persona o grupo que detenta el poder cuál es el objetivo
político: el qué hay que hacer y para quién. La estrategia señalará el cómo y
en qué medida y a qué costo. Todo lo influencia la ideología.
La
ideología tiene “una ética, una justificación deontológica de sus
planteamientos”[8];
es en este punto donde inevitablemente favorece o perjudica a algún grupo en
concreto. La ideología se conforma a partir de insatisfacciones presentes con
referencia al pasado, pero también con la esperanza del Estado que se desea.
Las bases ideológicas de las organizaciones políticas mezclan ambos para el
diseño del programa político.
El programa
político contiene ideas articuladas con base filosófica (ideología) que se
enmarcan dentro de lo establecido en la constitución. Esta política
influenciada por la ideología del partido político se propone a los ciudadanos
quienes la eligen o desechan por medio del voto.
Revisados
estos conceptos teóricos se observa que: la razón busca el respeto de la
dignidad de la persona y la ideología describe la manera racional de entender
el fenómeno social. Hay personas que se niegan a – por lo menos – dar el
beneficio de la duda a ideas políticas diferentes en las que siempre han creído.
Defienden
sus pasturas con tal pasión que omiten notar una realidad que podría necesitar
un cambio o variación del ambiente político. Es como si se negaran a escuchar
porque temen cambiar la manera en que han pensado toda su vida.
Y es que, toda
ideología debe ser constantemente interpretada por toda persona con base a dos
apreciaciones: el primero que están sujetas a debate constantemente y el
segundo es que debe observarse su evolución resultante/necesaria del contacto
con la realidad. Así que no puede ser una misma manera de pensar “ad aeternum”.
En el caso
de Guatemala, donde se cuenta con una constitución muy bien elaborada: fundamentada
en los principios de la razón práctica que ve a la persona como un fin y no
como un medio, da como resultado un ambiente político constitucional “blindado”
contra los embates de cualquier ideología radical que se oponga a la razón. En
tanto la constitución proteja la propiedad privada es un engaño que una social
democracia o tendencia política centro-izquierda vendrá a limitar este derecho
natural. Esta tragedia sería posible únicamente cambiando la constitución para
este fin o rompiendo el orden constitucional.
El Dr. Covarrubias
explica que cuando las ideas de una política ideológica, racional – radical
o moderada – son sustituidas por un “servicio” proporcionado desde el gobierno
a cambio del voto ciudadano da como resultado una política instrumental que se
denomina populismo en vez de una razonable política ideológica. La deformación
de esa política instrumental conduce a la corrupción[9].
Por el contrario, la deformación de la política ideológica
resulta en ideologización. La ideologización se produce cuando una ideología no
reconoce la necesidad de modificaciones a causa de condiciones o límites que
impone la “realidad”. Las aspiraciones ideológicas racionales deben replantearse
constantemente según el tiempo, la coyuntura, el clima político y el escenario
geopolítico en que se desarrolla un Estado. La constitución garantiza el orden
político.
Pero vuelve el tema del temor al cambio de mentalidad ¿Cómo
ser flexible en determinado tema; representará un cambio de ideología? Esa pregunta
impide un análisis razonable y dicho análisis es influenciado por pasión
respecto de cómo entender la política.
Por ejemplo en América Latina, un continente que aún guarda
secuelas de esfuerzos extremos de la lucha ideológica durante la llamada “guerra
fría” del siglo XX, ha experimentado el ascenso de movimientos políticos que de
forma legal están ganando espacio en la mente ciudadana y que tienen una
postura ideológica social-demócrata o de centro-izquierda.
Este fenómeno en el pensamiento político no se debe al resurgimiento
o revitalización de comunismos o socialismos sino al resultado obvio de
ideologías instrumentales: la corrupción. Sanchez Berzaín reconoce que lejos de
ser ideologías radicales del siglo XX, en América Latina existen autoritarismos
que ejercen poder a base de terrorismo de Estado[10].
Stephanie
Henaro explica que "América Latina es la única región del mundo
donde la izquierda todavía se asocia con comunismo" pero "el retorno
de la izquierda tiene que ver con hartazgo de la población por injusticia,
desigualdad y corrupción"[11]
A manera de
conclusiones: Las ideologías que se fundamentan en principios filosóficos son
válidas, están vigentes y guían los programas político-ideológicos según el
entender del fenómeno humano/social.
Es evidente
que la práctica deformada de la ideología de izquierda o derecha mediante
instrumentalización de los servicios dados por el Estado (populismo) conduce a
la corrupción. Esta es una condición que produce más subdesarrollo y que la ciudadanía,
cada vez con mejor nivel de educación, no está dispuesta a aceptar y está
rechazando a través de su mejor arma política: el voto ciudadano.
Dado que
los actos graves de corrupción se han dado en el siglo XXI preponderantemente
en gobiernos de centro-derecha, el hartazgo ciudadano producido está llevando a
encaminar el voto a nuevas opciones políticas.
El fenómeno
del “resurgir de la izquierda” causa temor en los sectores o personas donde su
ahondada ideologización les impide concebir o apoyar una política diferente aún
si se trata de una propuesta ideológica racional y optan por las pasiones que
llevan a enfrentamientos ideológicos, radicalización y temor a cambios aparentemente
ideológicos.
Los cambios
no serán ideológicos “per se” en tanto cualquier política del Estado se
mantenga dentro del orden establecido por la Constitución Política de la República.
En
Guatemala ha habido relativa alternancia político-ideológica desde la firma de
la paz en 1996. El partido político ganador siempre dio espacio a participar a
funcionarios de ideología contraria. Esto se traduce en que a lo largo de
veintiséis años ni comunismos, socialismos o fascismos han estado cerca de
instaurarse porque la Constitución es clara y no sólo organiza sino que protege
al Estado.
Los
desafíos, en cambio, han sido variados, incluso conatos autoritarios, pero los
debidos procesos alrededor de la constitución han dado salidas jurídicas: unas
veces racionales y otras pasionales; unas veces prontas, otras tardadas y otras
aún no llegan.
Pero si los
guatemaltecos están interesados en transformar el sistema político que permita
avanzar hacia la seguridad y el desarrollo, deberá darse apertura para escuchar
nuevas ideas apartadas de la ideologización o de políticas instrumentales, que
aunque arrastren tradición, prestigio o desprestigio de pertenecer al centro,
la derecha o la izquierda, presenten un nuevo planteamientos que acabe con
monopolios de poder, clientelismo y corrupción.
Si el
programa se propone dentro del marco constitucional augura buen resultado – o por
lo menos diferente – y no debe temerse ser electo mediante voto. Que sea la
razón y no la pasión la que conduzca el voto ciudadano.
[1] Igualdad en oportunidades se refiere
a la libertad para dedicarse al trabajo que la persona elija; sin políticas
económicas que le restrinjan o impongan requisitos económicos u otros
inalcanzables para determinados estratos sociales. No se refiere a una igualdad
donde se pretenda que el desposeído se le regale para que sea igual de la noche
a la mañana sin haber trabajado y obteniendo ese recurso del empresario que sí
lo ha hecho por mucho tiempo habiendo ya generado riqueza.
[7] Borja, enciclopedia de política,
Fondo de Cultura económica, México, 2002, página 755.