miércoles, 17 de junio de 2020

Comentario del libro: Los Orígenes del orden político, de Francis Fukuyama


Los orígenes del orden político - Francis Fukuyama | Planeta de Libros


Esta magnífica obra tiene un detallado y extenso contenido sobre la evolución de procesos políticos de gobierno en las diferentes formas de asociación humana, desde la antigüedad, hasta el momento en que se transformaron en Estados modernos. Describe desde los momentos en que los hombres poblaron el mundo como nómadas hasta establecer organizaciones tribales. Para ilustrarlo, el autor hace un detallado análisis de las culturas antiguas que poblaron China, India y el oriente próximo. Luego hace una comparación del mismo proceso en las culturas de Europa.



El libro propone respuestas a interrogantes del por qué unas sociedades fueron más exitosas que otras, las características propias de las culturas, factores determinantes y por qué decayeron. La lectura permite relacionar conceptos a la situación actual global, regional y nacional.

Una de las ideas fundamentales presentadas a lo largo del libro es que el Estado moderno es una condición necesaria más no suficiente para el desarrollo. Se necesita una modernización social que provea condiciones donde el ciudadano sea un actor políticamente activo y dedicado al comercio y productividad. Para comprender cómo lograr la justicia y el orden político se hace necesario desarrollar múltiples formas de cooperación social en un ambiente de seguridad para lograr un altruismo ciudadano reflejado en el intercambio económico.

Fukuyama categoriza las instituciones en tres áreas: El Estado, el principio de legalidad y el gobierno responsable. Propone y ejemplifica con hechos históricos que un Estado debe poseer una organización burocrática centralizada, uniforme y eficaz. Sobre China concluye que fue el primer Estado moderno de la historia, con un sistema bien organizado de funcionarios nombrados por meritocracia, un ejército y la guerra como base para el control de un extenso territorio y constantes invasiones.

Una sola cultura, un solo idioma, un sistema de escritura, su geografía, el liderazgo, un ejército y un gobierno central integrado por civiles cultos, hicieron de China uno de los más grandes y poderosos imperios que ha tenido la humanidad. La evolución política de China la compara con India y con el oriente próximo. La cultura india principalmente basada en la religión fortaleció a la sociedad, pero no la conformación del Estado o instituciones. Por ello desarrollaron hasta que llegaron extranjeros: Los británicos. Ellos sí, con un idioma, un sistema de funcionarios, ejército, un sistema legal fuerte, un sistema de escritura (el inglés) y la democracia.

El libro narra cómo los otomanos construyeron un Estado que duró varios siglos. Policía, orden, impuestos, funcionarios y ejército conformado por nativos de los territorios conquistados, pero formados en el islam desde niños, sin sus padres, sólo con sus amos.

Luego hace un contraste con Europa donde había una influencia muy marcada por el individualismo y el derecho natural racional. El acceso a la propiedad era por igual para hombres y mujeres y podía enajenarse siendo parientes o no. La base del orden social de China e India fue el parentesco, pero en Europa la iglesia prohibió el matrimonio entre parientes haciendo que la propiedad se dividiera, individualizara y trasladara fuera de la familia.

Explica que en Europa un factor determinante para la fortaleza del Estado fue el principio de legalidad resumido en que la ley es superior a los que la emiten. El Estado provee seguridad para el desarrollo y dicha ley es para aplicarse a todos sin hacer excepciones. Reglas comunes para todos, condición sin la cual es imposible la existencia pacífica. Esto lo sustenta ampliamente con referentes como Weber, Marx y Hayek, entre otros.

El libro presenta un análisis específico de las monarquías española, francesa y rusa, así como de las aristocracias de Hungría, Polonia y Dinamarca observando las variaciones en niveles de absolutismo, libertad y cohesión social.

Pero una de las partes más valiosas es la descripción detallada de la cohesión social en Inglaterra que fue determinante para la construcción de un Estado con instituciones sólidas y que le valió ser la potencia mundial del siglo XVIII. Un profundo sentido de solidaridad entre clases sociales, nobles acostumbrados a sentarse a la misma mesa con sus vasallos para tratar temas comunes, un parlamento con representación de todos los sectores, ciudadanos políticamente activos principalmente en el sistema de justicia y un gobierno con respeto y apoyo de su pueblo.

En mis propias conclusiones sobre lo aprendido del libro opino que el contrato social es clave en la construcción de Estados modernos. Las condiciones necesarias de igualdad, no se refiere a una distribución igual de riqueza. Siempre el que más tiene podrá dar trabajo al que tiene menos. La igualdad social se refiere a la oportunidad de las personas de escoger en qué trabajar e invertir para proveerse su propio desarrollo individual sin afectar el derecho de los demás, pero sin que el Estado proteja legalmente industrias o personas específicas por intereses políticos, o económicos personales. Cuando hay igualdad cada persona acumulará diferentes niveles de riqueza según su esfuerzo y talentos.

Sin duda el ejemplo de Inglaterra es aplicable en la actualidad y eso es el valioso y vigente aporte del libro. El derecho natural, la integración social, instituciones fiscalizadoras y el principio de legalidad, son aspectos ya considerados en la constitución política de la República de Guatemala, nuestro contrato social, que lejos de reformarlo hace falta únicamente desarrollar la constitución y aplicarla en toda su amplitud.

El desafío político en Guatemala es la actitud. Actitud del que llega al cargo en ser honesto e integro consigo mismo y con el pueblo al que sirve; actitud en el pueblo que al funcionario que elija o nombre el sistema lo apoye y fiscalice sin difamar o calumniar amparados en el anonimato que las redes sociales proveen a todo ciudadano.

Guatemala tiene las condiciones del principio de legalidad para fortalecer el Estado y sus instituciones para poder servir a la población. Debemos cuidarnos de no condenar instituciones por las personas que ocupan (hoy) los cargos. Nuestras instituciones son las columnas del contrato social, sí, incluyendo la Corte de Constitucionalidad. Existen procesos para seleccionar ciudadanos a estos cargos. El desacuerdo con estos procesos no hace a nuestras instituciones inoperantes, fallidas u objeto de reforma, es la actitud de cada persona en relación a su abnegación por servir con integridad al país y renunciar a proveerse para sí privilegios, influencias o ganancias deshonestas.






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