Esta
magnífica obra tiene un detallado y extenso contenido sobre la evolución de
procesos políticos de gobierno en las diferentes formas de asociación humana,
desde la antigüedad, hasta el momento en que se transformaron en Estados
modernos. Describe desde los momentos en que los hombres poblaron el mundo como
nómadas hasta establecer organizaciones tribales. Para ilustrarlo, el autor hace
un detallado análisis de las culturas antiguas que poblaron China, India y el
oriente próximo. Luego hace una comparación del mismo proceso en las culturas de
Europa.
El
libro propone respuestas a interrogantes del por qué unas sociedades fueron más
exitosas que otras, las características propias de las culturas, factores
determinantes y por qué decayeron. La lectura permite relacionar conceptos a la
situación actual global, regional y nacional.
Una de
las ideas fundamentales presentadas a lo largo del libro es que el Estado
moderno es una condición necesaria más no suficiente para el desarrollo. Se
necesita una modernización social que provea condiciones donde el ciudadano sea
un actor políticamente activo y dedicado al comercio y productividad. Para
comprender cómo lograr la justicia y el orden político se hace necesario
desarrollar múltiples formas de cooperación social en un ambiente de seguridad
para lograr un altruismo ciudadano reflejado en el intercambio económico.
Fukuyama
categoriza las instituciones en tres áreas: El Estado, el principio de
legalidad y el gobierno responsable. Propone y ejemplifica con hechos
históricos que un Estado debe poseer una organización burocrática centralizada,
uniforme y eficaz. Sobre China concluye que fue el primer Estado moderno de la
historia, con un sistema bien organizado de funcionarios nombrados por
meritocracia, un ejército y la guerra como base para el control de un extenso
territorio y constantes invasiones.
Una
sola cultura, un solo idioma, un sistema de escritura, su geografía, el
liderazgo, un ejército y un gobierno central integrado por civiles cultos, hicieron
de China uno de los más grandes y poderosos imperios que ha tenido la humanidad.
La evolución política de China la compara con India y con el oriente próximo.
La cultura india principalmente basada en la religión fortaleció a la sociedad,
pero no la conformación del Estado o instituciones. Por ello desarrollaron
hasta que llegaron extranjeros: Los británicos. Ellos sí, con un idioma, un
sistema de funcionarios, ejército, un sistema legal fuerte, un sistema de
escritura (el inglés) y la democracia.
El
libro narra cómo los otomanos construyeron un Estado que duró varios siglos.
Policía, orden, impuestos, funcionarios y ejército conformado por nativos de los
territorios conquistados, pero formados en el islam desde niños, sin sus
padres, sólo con sus amos.
Luego
hace un contraste con Europa donde había una influencia muy marcada por el
individualismo y el derecho natural racional. El acceso a la propiedad era por
igual para hombres y mujeres y podía enajenarse siendo parientes o no. La base
del orden social de China e India fue el parentesco, pero en Europa la iglesia
prohibió el matrimonio entre parientes haciendo que la propiedad se dividiera,
individualizara y trasladara fuera de la familia.
Explica
que en Europa un factor determinante para la fortaleza del Estado fue el
principio de legalidad resumido en que la ley es superior a los que la emiten.
El Estado provee seguridad para el desarrollo y dicha ley es para aplicarse a
todos sin hacer excepciones. Reglas comunes para todos, condición sin la cual
es imposible la existencia pacífica. Esto lo sustenta ampliamente con referentes
como Weber, Marx y Hayek, entre otros.
El
libro presenta un análisis específico de las monarquías española, francesa y
rusa, así como de las aristocracias de Hungría, Polonia y Dinamarca observando
las variaciones en niveles de absolutismo, libertad y cohesión social.
Pero
una de las partes más valiosas es la descripción detallada de la cohesión
social en Inglaterra que fue determinante para la construcción de un Estado con
instituciones sólidas y que le valió ser la potencia mundial del siglo XVIII.
Un profundo sentido de solidaridad entre clases sociales, nobles acostumbrados
a sentarse a la misma mesa con sus vasallos para tratar temas comunes, un parlamento
con representación de todos los sectores, ciudadanos políticamente activos
principalmente en el sistema de justicia y un gobierno con respeto y apoyo de
su pueblo.
En mis
propias conclusiones sobre lo aprendido del libro opino que el contrato social
es clave en la construcción de Estados modernos. Las condiciones necesarias de
igualdad, no se refiere a una distribución igual de riqueza. Siempre el que más
tiene podrá dar trabajo al que tiene menos. La igualdad social se refiere a la
oportunidad de las personas de escoger en qué trabajar e invertir para
proveerse su propio desarrollo individual sin afectar el derecho de los demás,
pero sin que el Estado proteja legalmente industrias o personas específicas por
intereses políticos, o económicos personales. Cuando hay igualdad cada persona
acumulará diferentes niveles de riqueza según su esfuerzo y talentos.
Sin
duda el ejemplo de Inglaterra es aplicable en la actualidad y eso es el valioso
y vigente aporte del libro. El derecho natural, la integración social,
instituciones fiscalizadoras y el principio de legalidad, son aspectos ya
considerados en la constitución política de la República de Guatemala, nuestro
contrato social, que lejos de reformarlo hace falta únicamente desarrollar la
constitución y aplicarla en toda su amplitud.
El
desafío político en Guatemala es la actitud. Actitud del que llega al cargo en
ser honesto e integro consigo mismo y con el pueblo al que sirve; actitud en el
pueblo que al funcionario que elija o nombre el sistema lo apoye y fiscalice
sin difamar o calumniar amparados en el anonimato que las redes sociales
proveen a todo ciudadano.
Guatemala tiene las
condiciones del principio de legalidad para fortalecer el Estado y sus instituciones
para poder servir a la población. Debemos cuidarnos de no condenar
instituciones por las personas que ocupan (hoy) los cargos. Nuestras
instituciones son las columnas del contrato social, sí, incluyendo la Corte de
Constitucionalidad. Existen procesos para seleccionar ciudadanos a estos cargos.
El desacuerdo con estos procesos no hace a nuestras instituciones inoperantes,
fallidas u objeto de reforma, es la actitud de cada persona en relación a su
abnegación por servir con integridad al país y renunciar a proveerse para sí privilegios,
influencias o ganancias deshonestas.
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